Fuera como fuese.

De repente abrió los ojos. Sentía como sus párpados pesaban más que nunca, y por ello tenia que hacer un gran esfuerzo para abrirlos. Pero valió la pena, valió la pena tanto esfuerzo, tanto sufrimiento, tanta incertidumbre. Simplemente, se olvidó de los tubos, de la maquinaria, de la medicación, se olvidó de todo lo ocurrido. Todo aquel mal, aquel túnel oscuro. Aquellas cuatro paredes sin vida en tanto tiempo. Se sintió el ser más afortunado del mundo, porque a pesar de su estado, de sus pocas esperanzas, él seguía ahí, día tras día, noche tras noche, sin dejarla sola ni un solo segundo. Y eso era lo que le hacia especial, porque a pesar de que ella no le asegurara un futuro como todas las personas esperan, a pesar de tener que renunciar a tantas cosas por estar con ella, él seguía allí, firme, alegre y agradecido por cada día que podía disfrutar de ella. Fuera como fuese.